El libre albedrío de ser hombre en época franquista

Trionfatrice alla XXIV edizione dei premi Max 2021 – premio al miglior autore, miglior spettacolo e miglior scenografia – e prodotta dal Centro Dramático Nacional, l’opera di Sanzol è una delle più applaudite nel 2021.

Triunfadora en la XXIV edición de los premios Max 2021 – premio a mejor autor, mejor espectáculo y mejor escenografía – y producida por el Centro Dramático Nacional, la obra de Sanzol es una de las más aplaudidas en el 2021.

La historia de El Bar que se tragó a todos los españoles sabe a una mezcla entre sueño americano y ganas de libertad y de autodeterminación de un hombre en los años sesenta, en pleno boom económico, y no por últimas, la cotidianidad y la vida en España en aquellos años, y en el específico en una ciudad como Madrid.

El bar que se tragó a todos los españoles se podría definir un drama histórico de la dramaturgia española, pero lleno de humor, chistes, bromas sobre la identidad y el ser español, o vasco, o de Navarra, sobre el franquismo y el concepto de libertad.

Sanzol parece preguntar a sí mismo y al público lo que significa realmente la libertad, qué hay que hacer para alcanzarla y dejar claro que su concepto es distinto para cada uno de nosotros, y es distinto en cada lugar del mundo. Precisamente, en una discusión en un típico bar del Pardo, Jorge (Francisco Carril) y Carmen (Natalia Huarte) hablan de libertad en España en época franquista, y de libertad en los Estados Unidos en pleno boom económico; hablan de diferencias entre el estado republicano, el estado militar, la democracia y la monarquía. Todas temáticas muy identitarias de España; que se pueden escuchar todavía en los bares de barrio de Madrid, aunque hayan ya pasado muchos años desde la muerte de Franco.

Los dos personajes de Jorge y Carmen están muy bien delineados. Si Jorge personaje esconde a Carmen personaje su gran secreto, su vida de cura, hay que decir que Sanzal en cuanto dramaturgo delinea una historia y unos personajes que tienen secretos entre ellos, pero que no tienen algún secreto con el público. El bar que se tragó a todos los españoles es un diario abierto al espectador que cuenta la historia de dos tierras, los Estados Unidos y España y todo lo que supone: personajes, atmosferas, ambientes, bares, música, pasiones, política y acontecimientos de esos años y todas sus contradicciones. No hay secretos que los haga realmente misteriosos. Todo es muy encantador, pero todo es muy previsible, aunque seguramente el último acto tiene muchas sorpresas en una nueva clave cínica y noir.

Los dos protagonistas tienen dos visiones políticas y éticas distintas, pero ambos son liberales y “progresistas”. Jorge – en búsqueda de su autonomía como hombre, yéndose de bar en bar con ganas de conocer gente y enterarse de la vida, siempre esperando la dispensa del Vaticano, sinónimo de su libertad a nivel oficial – no cree que en España haya una real libertad, que él evidentemente busca en otros lugares; Carmen, hija de militares, mujer de derecha y en general de acuerdo con la política franquista, es al mismo tiempo feminista y libre pensadora, como se puede comprobar en varios momentos, en particular en la escena de la cita medica en la cual, embarazada, regaña al medico y a la monja por como la tratan y por la insistencia que se case.

Sin duda, como declarado más veces por el mismo Sanzol, El bar que se tragó a todos los españoles quiere arrojar luz sobre todos los sacerdotes que a principios de los años 60 dejaron de serlo, a través de una curiosa acción de la Iglesia que facilitaba la dispensa a aquellos que querían dejar los votos. Entre miles de sacerdotes que acogieron esta posibilidad – promovida por Juan XXIII y Pablo VI – hay el padre de Sanzol y de echo su personaje es cubierto parcialmente por una joven escritora casi siempre presente en escena. Esto no significa que todo lo que vemos es una fotocopia de la historia familiar de Sanzol. Por el contrario, su capacidad ha sido de mezclar realidad y ficción.

El montaje tiene una duración de tres horas y está dividido en dos partes. La primera parte de la obra inicialmente fascina por sus ambientes, por la ironía, por el talento de los actores, por la escenografía que se compone y se descompone formando espacios paralelos, pero después de una hora esta misma estructura dramatúrgica se vuelve prolija y sin objetivos precisos. Sin dudas, hay que reconocer la capacidad tan característica en Sanzol de crear atmósferas y ambientes (que en este caso pertenecen a Estados Unidos en el segunda posguerra y a Madrid durante el régimen franquista), de delinear unos personajes a 360 grados, de analizar y reflexionar sobre los dramas de la vida con ironía y poesía.

En la segunda parte, después del descanso, los objetivos se hacen claros: hay que obtener la dispensa para que Jorge se case. Vuelve la acción, vuelve la ironía en una series de episodios demenciales e irónicos en estilo Woody Allen.

Asimismo, entonces hay que reconocer la capacidad de Sanzol en dirigir: la interpretación naturalista de los actores se funde con un excelente utilizo del cuerpo. Francisco Carril (Jorge Arizmendi) en muchos momentos parece ser una copia de Humphrey Bogart con sus miles expresiones de cara y sus gestos (y sus trajes en algunos casos).

No puede faltar el final feliz, intercalado por chistes graciosos entre Carmen y Jorge. Al final los dos se casan, y todos vivieron felices para siempre.

El espectáculo se ha representado en el
Teatro Valle Inclán – Centro Dramatico Nacional
Pl. de Ana Diosdado, s/n, 28012 Madrid

El Bar que se tragó a todos los españoles
texto y dirección Alfredo Sanzol
con Francesco Carril, Elena González, Natalia Huarte, David Lorente, Nuria Mencía, Jesús Noguero, Albert Ribalta, Jimmy Roca, Camila Viyuela
escenografía y vestuario Alejandro Andújar
iluminación Pedro Yagüe
producción Centro Dramático Nacional