Ritratti d’autore

Para Ritratti d’autore, conocemos a Orland Verdú, director artístico y performer del Teatro Oracles de Barcelona. Una mirada incendiaria y sin filtros sobre el mito de una Barcelona felix.

Oracles Theatre y Orland Verdú: ¿puedes presentarte al público italiano?
Orland Verdú: «Soy artista en un sentido amplio. Bailarín de danza Butoh. Actor, dramaturgo y director de teatro. Soy valenciano y provengo de clase humilde. Mis padres trabajaban en una fábrica de zapatos y me crié con mi abuela materna, que era curandera.
En 2006 yo era una promesa en el departamento de Filología Catalana de la Universidad de Alicante, pero mis deseos de escribir teatro fueron mayores. A los 25 años lo dejé todo y escapé del tedioso panorama artístico de la España profunda para venir a Barcelona. Quería ser artista.

En Barcelona ejercí de profesor de catalán en la Universidad de Barcelona, en institutos públicos y en la cárcel penitenciaria Homes, la centenaria Model; en casi todos esos puestos renuncié, enfermé o me anularon (en el último por bulling del alumnado, que me cantaba el Cara al Sol franquista cuando entraba a clase por considerarme “rojo”, llegando a recibir amenazas de muerte).

Como artista, soy parte de la generación que nació con el advenimiento de la democracia en España. Una generación abortada y ninguneada por un sistema económico hipócrita que ha llenado sus arcas haciéndonos creer en la gran mentira del Progreso. Su progreso, claro. El siglo XXI es la Nueva Mentira de la Tecnocracia. En Cataluña, una mentira bien disfrazada por la nueva versión política de Esperando a Godot: la Independència, que todo lo arreglará.

La comedia humana, o la farsa del sistema, se me ha ido haciendo cada vez más evidente e insoportable. Somos marionetas y la paciencia no siempre es mi fuerte. En EEUU sigo vetado como artista, después de que me retirarán el visado un 11 de Septiembre por amenaza de bomba en el aeropuerto de El Prat. Hoy en día sigo siendo investigado por el Consulado de EEUU por sospecha de terrorismo. Mi gira en 2018 fue abortada; no pude bailar como solista el dolor de las víctimas a causa de las bombas nucleares que lanzó el gobierno americano sobre Japón; pero NAGASAKI – Wilderness Mute (Natura Morta), co-creación junto a la compositora Keiko Fujiie también fue vetada en Japón. El poder no quiere ensuciarse las manos. Y el destino tiene un humor paradójico.

Mi obra es políticamente incorrecta sin intención de serlo; no me considero un artista político. Reparto verdades a todo el mundo porque todo el mundo miente. De esta “verdad” nació mi obra Pinocchio: El Nacimiento del Actor (o quizá detractor, como diría David Mamet). Tuve un periodo -como dramaturgo- donde flirteé con el panfleto político, pero renuncié a esa vía para ir más allá de lo político o social. Todo mi arte se basa en encontrar lo esencial al ser humano. Y lo esencial es invisible a los ojos que miran; si bien ese Misterio es familiar a los sentidos de un cuerpo despierto. Como artista quiero ver lo que hay detrás del velo de la mentira. Quiero arrancar al público del siglo XXI de su actitud de voyeur pasiva que mira la realidad (prefabricada por otras manos) para poder ver activamente lo que Es. Y lo que Es es un Misterio. Ahí es donde encontré la danza Butoh.

Oracles Theatre fue la compañía de teatro que fundé en 2013 para crear mi primer montaje (todavía teatro de texto): Diàlegs de Dalt i de Baix (Ed. Onada, 2011), con la que gané el VIII Premio de Teatro Ciutat de Sagunt. Una obra experimental y metafísica muy influenciada por Platón, Jung, Nietzsche y el teatro de Pasolini y Strindberg. El nombre del grupo lo tomé de una obra del Teatro de los Sentidos, en la que colaboré como actor. Oráculos de Enrique Vargas, basada en los 22 Arquetipos del Tarot, me proporcionó experiencia en el manejo del lenguaje poético, simbólico y sensorial para mis propios montajes. Con el tiempo mi conocimiento sobre los símbolos se fue fundiendo con el lenguaje propio de la danza Butoh hasta crear mi propia forma de lenguaje escénico: el Teatro Onírico.

La sala Oracles Theatre/Studio, sede de mi compañía y productora, está en el barrio de Poble Sec (Barcelona). Situada en el corazón del antaño Broadway catalán (hoy lugar decadente y de obligado peregrinaje para el ganado turístico de tapas y pincho barato, con una oferta teatral a base de musicales y comedias fast food), la sala había sido previamente lugar de culto de poetas y performers.

El espacio es un “anexo artístico” a la Iglesia de Santa Madrona, con la que el edificio comparte el número 12 de la calle Tapioles. Fue en esta iglesia en la que mostré en 2016 una versión de máscara y danza Butoh del clásico Quasimodo, con música al órgano de Keiko Fujiie, una de mis musas y colaboradoras más queridas.

Hoy día, el público de la sala sigue sentándose en los bancos que la parroquia nos cedió (hasta en esto éramos pobres); los espectadores se estremecen, lloran y maravillan en el templo primordial del espíritu: el Teatro. Eso todavía me emociona como creador. La metáfora es tan real como irónica. Además, el significado etimológico de oráculo significa ‘lugar donde se ora/reza’. Acto que a menudo se realiza para obtener respuesta a nuestros dilemas. Suelo bromear con el público al decir que yo no hago “espectáculos” sino “oráculos”, y que espero que se vayan a casa con más preguntas que respuestas. Y es que mi arte se acerca más al rito que al entretenimiento, si bien me gusta cabalgar ambos mundos y romper esa constante del ceremonialismo que arrastra a veces la danza Butoh».

La expresión directa y primordial de la relación con el ser humano es una característica fundamental y original de la danza Butoh. ¿Cómo desarrolla este aspecto en la creación de sus espectáculos, en las elecciones estilísticas y en los temas que enfrenta? En relación con este último aspecto, ¿cuáles son los temas de su Butoh y cómo los relaciona con la poética de un lenguaje artístico tan lejano de Occidente?
OV: «La danza Butoh es para mí la expresión del Misterio que traspasa a todos los seres humanos sin importar sus coordenadas socioculturales ni su época histórica; es un tesoro de una rareza y trascendencia incalculable porque regresa al origen radical del teatro: la Tragedia, es decir, la dimensión del rito escénico. Debemos este tesoro a Tatsumi Hijikata, un genio incendiario que practicó el mayor terrorismo escénico en el Japón post-nuclear: el de destrozar los cánones de la tradición para revivir el cuerpo en crisis: Ankoku Butoh, o Danza de la Oscuridad. Para renacer, hay que morir. Su creador, que consideraba el butoh como una forma de Teatro Total, nos dejó la imagen del cadáver que danza luchando desesperadamente por mantenerse de pie. Una metáfora que yo llevé a mi óptica occidental a través de la imagen de una marioneta: Pinocchio.

En la tradición occidental, la Tragedia cuenta con la aportación filosófica de Nietzsche, que investigó el origen de este género en su libro El Nacimiento de la Tragedia. (Por cierto, ese libro a punto estuvo de bautizar mi obra Pinocchio: El nacimiento del Actor, en clara alusión.) Por otro lado, el director Jerzy Grotowsky desarrolló su investigación entorno al origen del teatro creando los primeros laboratorios de movimiento; su obra Hacia un teatro pobre y los escritos sobre Antropología Teatral de Eugenio Barba me han acompañado en mi investigación empírica. También el visionario Artaud inspiró mi estética, junto a Kantor y su obra La clase muerta. Como creador, entiendo el teatro como espejo destructor de la verdad superficial socialmente aceptada.

También el Butoh es revelador de la Otredad. La Verdad. Lo Incognoscible. Lo Bello. Y lo Terrible. Hoy la poesía del espíritu late en la desaparecida Tragedia occidental gracias a sus pioneros. Sin embargo, el estudio físico del cuerpo trágico (el cuerpo en crisis) se ha perdido. En el Butoh ese estado de fisicalidad y psiquismo resurge y une la polaridad Vida/Muerte. Hablo del espíritu de Dionisio y la técnica de Apolo; ambos principios imprescindibles en el arte dramático, o en uno de sus herederos legítimos (en este caso, oriental): la danza Butoh.

Éstos son algunos de mis referentes para entender mi sentido estético y la filosofía desde la cual me acerco como occidental a la danza butoh. Un artista en danza butoh no es sólo bailarín; Hijikata creó un lenguaje orgánico y naciente porque era un artista total. Para que la danza butoh destruya el aletargado espíritu occidental y logre la katarsis (en su sentido platónico), el intérprete del siglo XXI debe cultivar las tres columnas del arte. El hueso, o la Verdad subyacente. El músculo, o la técnica concreta. Y la piel, o el estilo único de la obra: el sello personal del artista. Esos tres principios son difíciles de observar en la escena actual. Y más en las propuestas occidentales sobre butoh; el artista occidental NO es japonés; debe encontrar su propia danza, en lugar de copiar o expresarse desde el exhibicionismo escénico.

El panorama oficial de la danza butoh se desliza a menudo – y peligrosamente – hacia investigaciones, talleres y muestras para-teatrales. Como artista, eso tiene poco interés para mí. Mi deseo se orienta siempre a parir. A crear. Y siempre sobre las tres columnas del arte que he citado. Grotowsky consideraba que su deber como director era “pegar tiros en la pared”, presa como era de la Polonia superviviente de la II Guerra Mundial. El mío es lograr derrumbar el aletargamiento y la anestesia de un sistema que lleva el ser humano al automatismo, la infantilización y el adiestramiento digital de la Tecnocracia. Vivimos en el Show de Truman. Para ello decido volver al concepto de la revolución del cuerpo de Hijikata. Volver al cuerpo primitivo. Curiosamente, el butoh no es un movimiento artístico o estético de avant-garde, como se lo considera. Su anarquismo estético y su propuesta rompe con todo porque regresa al origen primitivo. Busca un cuerpo desprovisto de condicionamientos sociales. Un cuerpo instintivo. Materia prima susceptible de convertirse en cualquier cosa desde un estado de vacuidad previo, y no desde un “querer expresar”».

Las dimensiones físicas y corporales del Butoh son tan radicales que incluso deberían abrumar la percepción mental del público, dando forma a las soluciones coreográficas originales. ¿Cómo y por qué crees que esto podría estar de acuerdo con la cultura española, cuyas referencias son tan obvias en tus actuaciones?
OV: «En mi obra, la influencia del Butoh es muy notable. Sin embargo, la danza Butoh apareció como maduración natural de mi investigación entorno a la raíz del teatro (la Tragedia) y a su filosofía. El cuerpo del bailarín de Butoh es un cuerpo en crisis, expuesto al cambio: a la Metamorphosis. La capacidad de transformación del actor; su cuerpo y su mente son una caña de bambú. En Butoh no se “actúa” un estado. Uno “es” el estado. El actor o bailarín encarna en cuerpo, forma y movimiento lo que el estado Es. Y esto a través de dos grandes senderos: el de la Forma (Tatsumu Hijikata) y el del Espíritu (Kazuo Onho), dos senderos que se encuentran y retroalimentan, y a los que he dedicado mi entrenamiento. Mi método pedagógico se ha ido desarrollando de una forma orgánica a través de lecturas, maestros y creaciones: cada trabajo ofrece nuevos retos y descubrimientos escénicos. Entre mis maestros se hallan Atsushi Takenouchi, con quien tomé clases en Barcelona y en su escuela en Pontedera (Italia); y Natsu Nakajima (Tokyo), alumna directa de Tatsumi Hijikata, y a la que convidé a Oracles Theatre para su inauguración. También el artista butoh de Physical Poets, Mushimaru Fujieda, que suele visitar Oracles Theatre cada año a su paso por Europa. Además, mi viaje a Japón en 2016 me permitió investigar las raíces del teatro japonés. Descubrí la marginación del butoh en su país natal y entendí el substrato estético y artístico de la danza butoh: el teatro Noh y las marionetas Bunraku me fascinaron.

En mi danza el reflejo del substrato cultural propio mediterráneo (o hispánico) está presente, como lo está la cultura japonesa en el butoh original. Sin embargo, el butoh NO es un género artístico exclusivo de intérpretes japoneses. Cada actor/bailarín de danza butoh ha de descubrir su propia danza, y en ella confluyen de alguna forma las coordenadas socioculturales de su historia (personal y colectiva) y los principios de la danza butoh, entre los que se halla una suerte de trance lúcido en movimiento, el vacío psíquico y corporal, el uso de imágenes y el uso de energía extracotidiana (por usar el término de Eugenio Barba). En Morpheus, por ejemplo, quise investigar el flamenco (si bien no soy bailaor) y mezclarlo con los principios de la danza butoh.

De este estado de alerta y gracia artística surgen mis obras. Yo no elijo crear tal o cual obra. No sé funcionar de esta forma. Más bien soy como Rilke: estoy al servicio de mis ángeles y demonios. En realidad, es la danza la que me encuentra a mí. Y para mi asombro, cada creación es un paso más en mi desarrollo artístico. Cada obra es diferente y única. Últimamente me acecha la imagen del Cristo retorciéndose en la Cruz y la Semana Santa, algo muy hispánico. Me estoy preparando para sumergirme en ese mito y llevar el butoh a la historia trágica de Jesús. Vida y Muerte de un Dios. Como ven, no sólo los japoneses tienen material mítico primitivo con el que trabajar. Lo divino, como en el cine de Pier Paolo Pasolini o el teatro de Angélica Liddell, necesita del sacrilegio sagrado para volver a la vida. Esa es la transgresión que genera todo nuevo arte. Prometeo roba el fuego a los dioses y es castigado. Pero revela lo oculto. Y eso es muy incómodo para las poltronas. Lo mismo sucede con el Cristo de El evangelio según San Mateo de Pasolini. Creo que ésta es mi nueva obsesión. Quiero ver a Dios bailar butoh en la cruz antes del colapso definitivo del siglo XXI».

¿Cuál es, en su opinión, la situación de las políticas económicas y culturales en España y, específicamente, en Barcelona? ¿Recibe apoyo público o privado? ¿Cuál es la participación y la conciencia pública de la propuesta artística del Teatro Oracles?
OV: «Tras un año de clandestinidad, abrí Oracles Theatre el 22 de septiembre de 2017. Mi proyecto arrancó con la obra Hyde Cabaret. Tenía yo entonces el sueño de dirigir una escuela de Artes en Movimiento y contaba con un claustro de profesores. Nuestra propuesta era muy punky comparada con el resto de escuelas. Aquel incipiente proyecto pedagógico, que ya contaba con un grupo nuclear de alumnos, se vio frustrado dos semanas después de su inauguración con el Referèndum catalán del 1 de Octubre debido a la convulsión social y las revueltas en Barcelona. España lanzó una ofensiva policial brutal y el presidente de la Generalitat escapó en coche dirección a Bruselas. Todo muy cinematográfico y triste. La proclamación de la República Catalana duró un minuto. Pero la historia lleva años pesando.

Durante los primeros meses de vida de Oracles, me hundí económicamente para sostener la nave. Ello tuvo un precio personal y emocional carísimo. Espero poder perdonármelo algún día y que mis seres queridos lo entiendan… No ha sido fácil llevar un teatro independiente, y más con mis ideales artísticos. Hoy en día los artistas malviven en Barcelona. El panorama es desolador. Si no eres parte de la jet set no eres nadie. Pero a veces los parias nos convertimos en joker. Y eso molesta; porque un artista debe moverse con total libertad. Soy de los pocos que paga el precio de decir lo que le da la gana y burlar la censura de la corrección política y el tufo partidista de Barcelona, la nueva Gotam City.

Soy un monstruo de la voluntad, como afirma Angellica Liddell, uno de mis referentes teatrales en España (una auto-exiliada del pantano artístico de Barcelona, y con razón). Ésta es una ciudad difícil: parece lo que no es y te hipnotiza hasta desangrarte. Son muchos los monstruos y las luchas de poder. El circuito oficial está blindado. Y a la hidra no paran de salirle cabezas que se decapitan a sí mismas.

He luchado solo durante los tres primeros años de vida de Oracles Theatre trabajando sin descanso para suplir la falta de apoyo institucional. El año pasado Oracles recibió una subvención (o limosna) de apenas 900 euros, por parte del OSIC (Departament de Cultura). Como ven, les sale barato poner su logo en nuestra publicidad. El bloqueo económico y la parálisis cultural son terribles para las pequeñas salas en Barcelona. En los últimos meses, han cerrado muchos espacios independientes, algunos de los cuales han encontrado cobijo en nosotros. La tempestad política parece estar ayudando a coordinar la generación más independiente de la historia. Quizá haya esperanza si no nos matamos entre nosotros como hacen las ratas cuando se ven amenazadas.

Hoy día, Oracles cuenta con un equipo de colaboradores leal, como el actor Benjamin Coelho, el fotógrafo Juntin P Brown o la agitadora cultural Teresa Estévez, entre otros. En estos años he recibido incontables puñaladas y traiciones del ámbito escénico, y un doloroso desprecio de la escena oficial, tan encapsulada sobre su propio ombligo. Pero no me arrepiento de nada. Del dolor nace la vida. Paradójicamente, el nuevo arte siempre nace en los márgenes del sistema y muere cuando llega al centro. Así nació la danza butoh. Y así quizá esté naciendo el nuevo butoh dentro del butoh. Paradojas del Misterio.

Oracles Theatre ha ido transformándose (todavía lo hace) para adaptarse a las circunstancias históricas de Cataluña sin perder su esencia original. En un primer momento soñé con crear una escuela de Danza Butoh (algo que hubiera sido un suicidio económico), de modo que intenté combinar esa visión diversificando las propuestas y programando espectáculos que hicieran viable el espacio. Hoy día, Oracles Theatre es una de las salas de referencia del mundo alternativo underground de Barcelona. Una rara avis si tenemos en cuenta el canibalismo cultural de los barceloneses y su cívica labor de cerrar espacios independientes (que no independentistas), que molestan el descanso (o zombificación) de la población local. Contamos con propuestas de todo tipo: flamenco, ópera, microteatro, open mics, comedia, vermuts musicales, poesía, performance, y danza butoh. Artistas de todo el mundo nos escriben en búsqueda de un escenario donde mostrar su obra. En julio de 2019 creamos la primera edición del ONYRIC Summer Festival BCN, un festival de artes escénicas que me salió muy butoh al final.

El año 2020 será clave para el crecimiento y consolidación de Oracles Theatre y todo parece indicar que las relaciones con las instituciones culturales de Barcelona podrían mejorar. Como director espero que nuestro proyecto sea valorado como un bien cultural y artístico de interés general. Somos creadores de cultura viva de base. Y es de este tipo de espacios de donde nacen los artistas que luego saltan a la gran escena. Como creador, veo que Oracles Theatre tiene vida propia, y deberá encontrar también un futuro que le sea favorable.

Espero que el público entienda que Oracles Theatre es una cosa, y su creador otra. Pero el gran barco aún no hay llegado. Oracles es tan sólo el ancla, y Barcelona se me queda muy pequeña. Últimamente me parece el far west alicantino, cuando lo dejé».

Declaró que, después de Pinocho, se dedicaría exclusivamente a la dirección artística del teatro. ¿Puedes explicar las razones y el significado de esta decisión?
OV: «He creado un teatro con mis propias manos sin renunciar a mi carrera artística pero creo que Oracles Theatre no puede ser mi tumba como creador. Necesito seguir creando y aprendiendo, y mi labor aquí necesita de enfoque para los nuevos retos. En Oracles Theatre me dedicaré a la dirección. Dejo paso a otros artistas en este teatro. Tengo ganas de dedicarme al movimiento y a mi arte, sin presión de mostrar nada al público, y salir de vez en cuando de España y Cataluña. Barcelona me resulta insoportable.

Como artista tengo el privilegio de haber hecho en mi teatro lo que me ha dado la gana. He actuado aquí tantas veces en estos años. ¡A menudo por necesidad para pagar las facturas! Ésta ha sido una enorme escuela para mí. He madurado como persona y como artista, y he aprendido el valor de tomar decisiones y aguantar la tempestad. Estoy eternamente agradecido a mi hermana Casandra Verdú, que siempre ha creído en mí y me ha apoyado en esta travesía.

La verdad es que no he sentido mucho aprecio por los medios de comunicación catalanes ni por los círculos de la alta cultura en Barcelona, tampoco por mis amigos ni compañeros de profesión (la familia da asco, dicen, y los yakuza siempre están al acecho); en general el aprecio se ha hecho recíproco con el tiempo. Ya no tengo estómago para hipócritas. Años atrás, como académico en la universidad de Barcelona, observé altos grados de endogamia y autobombo. Algo muy común entre el artisteo y la intelectualidad catalana; sin embargo, esto no deja de ser una muestra triste del espíritu infantil del ego y su petardeo crónico. Y como decía Don Juan a Carlos Castaneda: “La mierda hay que cortarla”. Los monigotes han de madurar, y el ego ha de ser domado. Un artista debe poder decir cosas a su sociedad. En España hoy día quien se pasa de la ralla va a la cárcel, y en Cataluña es marginado de los medios oficiales hasta morir de asfixia económica. Y es que no hay mayor desprecio que el de no hacer aprecio. Hay mucho idiota suelto, pero a un artista se lo juzga por su arte, no por su apariencia. A no ser que estemos en los tiempos de Macbeth y la traición sea sistémica.

Servidor ha aprendido la lección en la Cataluña profunda huyendo de la España profunda, irónicamente. De nada sirvió ser Licenciado en Filología Catalana; nunca seré uno de ellos. El mensaje me ha llegado pese haber creído en la farsa durante 12 años. Así es la orden tribal. Quizá – digo sólo quizá – mi historia aquí haya sido semejante a la de Ibsen en Un enemigo del pueblo. Quizá soy portador de incómodas verdades. Quizá el Butoh, como la libertad, consista en poder expresar (precisamente) lo que nadie quiere oír. Ni ver.

De los árboles torcidos, nacen frutos maravillosos, como decía el mago. Veamos, pues, que traen los vientos de la Historia y qué quedará en pie después de la gran tempestad. Es hora de bailar Butoh y resucitar a los muertos. Hora de vivir y tomar decisiones».