La unión entre las raíces y el cielo del flamenco

¿Qué es el Flamenco? ¿Y qué es la danza contemporánea? ¿Pueden cruzarse, encontrarse y dialogar?

Por tanto tiempo (demasiado) han sido universos lejanos, autónomos sin mucho que compartir; dos idiomas independientes tanto para los expertos y los integrantes del sector danza contemporánea como para aquellos del sector flamenco.
Desde el principio de su recorrido artístico María Pages – con mucha antelación y sin preocuparse demasiado de lo que pensaban los críticos, periodistas, bailaores, músicos flamencos, público de los grandes teatros y de los tablaos, representantes nostálgicos del viejo flamenco y representantes adrenalínicos del nuevo flamenco – en su arte tan peculiar ha intentado unir raíces y cielo, tierra y mar, fuego y agua. Porque, si lo pensamos bien, el flamenco es también eso. Y si lo pensamos bien, la danza contemporánea (en su sentido más amplio) también lo es. Y ambas danzas son muchísimas otras cosas, y tienen muchísimos otros matices y sombras. Y a los genios no les interesan las estériles definiciones, sino justo los varios tonos, las varias tonalidades de un mismo tema.
Artista poliédrica y experimentadora Pages busca (desde siempre) y encuentra (desde siempre) una manera para dar matices distintas, tonalidades opuestas en sus danzas: soleares, bulerías, farrucas, seguiriyas y todos los pases y bailes flamencos característicos conservan sus raíces, están anclados en la tierra, pero sus ramas van hacia el cielo, hacia las nubes.

Y eso es lo que vemosen los diez cuadros propuestos en en Paraíso de los Negros, cada uno conectado a un poema o a un poeta: Las tribulaciones de María (Charles de Foucauld); Oda al desasosiego (Fernando Pessoa); Los dados eternos (César Vallejo); Pensión de mala muerte (Charles Bukowski); Las máscaras de Baudelaire (Charles Baudelaire); Bailando con Jacqueline (Élégie de Fauré); El Norte ya no es posible (Edward Said); Oración (Nina Simone); Educación sentimental (Gustave Flaubert); El muro (Alan Parker).

María Pages une las raíces y las ramas y el cielo antes mencionados alternando escenas de flamenco clásico – que nos recuerdan los patios andaluces – en las cuales es imprescindible la presencia de todo el ensemble (Ana Ramón, Sara Corea, cante y palmas; Rubén Levaniegos, guitarra; Sergio Menem, chelo; David Moñiz, violín; Chema Uriarte, percusión) con solos unipersonales, donde parece bailar con espíritus del pasado, manifestando miedos indefinidos que tienen que ver con el divino.

Todo detrás de barras, como a querer sugerir el sufrimiento de la gente reprimida por su pseudo-diversidad, de la gente que busca la libertad, ya que el espectáculo se inspira en los principios de libertad y autoridad que atraviesan a Poeta en Nueva York de Federico García Lorca, en la esencia de los opuestos explicada en El paraíso de los negros de Carl Van Vechten, en la filosofía telúrica de la negritud de Leopold Sedar Senghor y en la reivindicación del deseo de Nina Simone. Si bien no se puede negar que dramaturgicamente se trate de buenos preámbulos, desafortunadamente estos símbolos se quedan preámbulos y se confunden en un magma de danza – por otro lado óptima. Como si en el complejo de la obra hubiese muchísimos signos pero pocos significados y significantes.
¿Por qué al final las cadenas caen al suelo?
La escena final en la cual las barras de cadenas caen al suelo con consiguiente ruido es brutal, pero no es todavía catártica: siendo un elemento escénico tan fuerte y presente durante todo el espectáculo, esas barras necesitarían a lo mejor una valoración, una interacción y una atención distinta, para que su caída represente realmente la caída de estos instrumentos de represión, y para que caigan a través de la fuerza de la danza y de la fuerza de la libertad que la danza, y sobre todo la danza de Maria Pages, emana.

El espectáculo se representó, dentro del Festival Madrid en Danza
Teatro Federico García Lorca
Calle Ramón y Cajal 22, 28902 Getafe
22 de mayo , h. 19.00

Paraíso de los negros
dirección María Pagés, El Arbi El Harti
coreografía, dirección musical y diseño de vestuario María Pagés
dramaturgia y letras El Arbi El Harti
baile María Pagés
cante Ana Ramón, Sara Corea
guitarra Rubén Levaniegos
chelo Sergio Menem
violín David Moñiz
percusión Chema Uriarte
diseño de Iluminación Pau Fullana
escenografía María Pagés, El Arbi El Harti
producción Centro Coreográfico María Pagés
coproducción Fundación María Pagés y Grec Festival de Barcelona