Los peligros de no reaccionar: el deber de llamarse Catarina

«Un dia por ano, uma de nós atiava um incéndio». Con esta frase comienza Catarina la pieza. Es el primo, pero Catarina también es el tío, es la madre, es la hija. Toda la familia lleva el mismo nombre porque todas fueron criadas para que, en un momento de su juventud, se cumpliera la profecía vengativa para defender la democracia: matar fascistas.

Catarina e a beleza de matar fascistas es una obra creada y dirigida por el portugués Tiago Rodrigues, a cargo del Teatro Nacional D. María II, que llegó a Barcelona con solo dos funciones en el Teatro Lliure. Esta, aunque ficticia, dialoga con diferentes nombres reales presentes en la memoria histórica lusa. Primero, como el título lo dicta, con Catarina Eufémia, una trabajadora asalariada de una zona rural del sur de Portugal que en 1954 fue asesinada por un miembro militar de la dictadura, convirtiéndola a ella como a un símbolo ante la lucha contra el fascismo, como también como una mártir feminista. Por otra parte, ya en el siglo XXI, la figura de un juez llamado Joaquim Neto de Moura, quien argumentó una sentencia ante un caso de violencia machista a través del adulterio de la mujer años atrás, y que sigue ejerciendo en las cortes de justicia portuguesas.

La obra no se centra en este juez, sino en los discursos ideológicos que existían en un pasado dictatorial, y que siguen perdurando hasta el día de hoy. Se cuestiona al mismo fascismo y cómo este vive en los políticos, vive en sus acciones, quizás con otro nombre, pero está. Llega a esa pregunta inquietante de si se puede creer o no en las instituciones actuales, si ellas son capaces de llegar a la verdadera justicia, o si hay una forma alternativa. Y es allí el modo en que se desenvuelve esta familia que, como un relato tatuado, están destinados a encontrarse periódicamente, traer a un fascista reconocido y asesinarlo, reivindicando el nombre de esa Catarina del pasado, que es parte de su identidad.

El encuentro se produce en una casa de campo con paredes que se desmontan y giran, que nos permiten ver dentro y fuera, que crece y se hace pequeña. Hay sillas repartidas y una larga mesa, con un mantel bordado con el lema de izquierda antifascista “Não passarão”, sobre la cual se camina, se bebe y mancha con vino sangriento, donde se deja sentado y en silencio al político raptado. Aunque la técnica escenográfica funciona sin problemas, es el guión el que se roba plenamente la atención: llena al público de preguntas sobre qué es la justicia, la complicidad y la traición.

Catarina, la hija, debe matar al secuestrado, pero duda de si existirá otra forma de luchar. El centro está puesto en la reacción ante la acción fascista, acción que se traduce en sus discursos de odio. ¿Cuánto poder tiene la palabra, cuando ella propaga y sustenta la violencia? Catarina e a beleza de matar fascistas se estructura, de esta manera, a través de la relevancia del texto – las discusiones, las ideologías, los silencios – y del colectivo – donde todos y todas son Catarinas justicieras, el público incluido.

Entre tanto diálogo y preguntas, el primo Catarina, quien explica sobre el fuego al comienzo, caracteriza a veces al narrador, pero sobre todo a alguien que optó por no escuchar. Él – o ella, todos son no binarios, todos visten vestidos, con cualquiera el público puede identificarse – se coloca auriculares y se aísla; prefiere el silencio, prefiere no responder. El personaje, aunque pareciera ser prescindible, es quien le da ritmo a la obra, quien la musicaliza. Ese poder de la palabra, del discurso, de la acción humana, por tanto, choca con el poder de la música, con el canto de los pájaros, con la no-reacción. Con quedarse como cómplice, observando.

Si la pieza se hubiese quedado en la discusión ideológica, sería complejo entender la razón de desarrollarla como una obra teatral, y no simplemente dejarla como un texto. Es por ello que Catarina e a beleza no se entiende sin el final. Durante todo su desarrollo se pueden ir palpando claves de la corriente brechtiana, como la presentación de un teatro militante, la interrupción de la acción con canciones, la construcción del espacio escénico sin tantos elementos y, por sobre todo, el romper con la cuarta pared. En el desenlace, como consecuencia de la no-reacción, de no haber matado al fascista, este erige un discurso al público, tan largo y tan incisivo, que la misma audiencia se vuelve parte de la obra, comenzando a vitorear gritos antifascistas e incluso retirarse de la sala.

Así, se demuestra que Catarina e a beleza de matar fascistas trae a la mesa temáticas que muchas veces se creen parte de un pasado, de una dictadura olvidada, pero que en realidad siguen teniendo cabida y coherencia con las problemáticas de hoy. La gente allí presente es la encargada, sin saberlo, de realizar la última acción del guión, gritarle al personaje fascista ficticio, haciéndole un guiño a que debe reaccionar también ante el personaje fascista real. La creación polémica de Rodrigues se construye finalmente como un espectáculo crucial para el mundo actual, en el cual siguen en ascenso los espacios para la ultra derecha. Ha ido remeciendo escenario tras escenario en su gira europea, y con razón, porque consigue lo que muy pocas obras consiguen: hacer que todos y todas quieran llamarse Catarinas, que todas y todos entiendan la importancia de reaccionar.

El espectáculo se ha representado en
Teatro Lliure
Plaça de Margarida Xirgu 1 – Barcelona
21 y 22 de diciembre de 2022
19:00 horas

El Teatro Nacional D. María II presenta
Catarina e a beleza de matar fascistas
de Tiago Rodrigues

texto y dirección Tiago Rodrigues
con Isabel Abreu, Romeu Costa, António Fonseca, Beatriz Maia, Marco Mendonça, Antonio Afonso Parra, Carolina Passos Sousa y Rui M. Silva
voces en off Cláudio Castro, Nadezhda Bocharova, Pedro Moldão y Paula Mora
espacio escénico Fernando Ribeiro
vestuario José António Tenente
iluminación Nuno Meira
espacio sonoro y música original Pedro Costa
arreglos vocales y corales João Henriques
apoyo de movimiento Sofia Dias i Vítor Roriz
apoyo de lucha y armas David Chan Cordeiro
ayudante de dirección Margarida Bak Gordon
colaboración artística Magda Bizarro
director técnico Rui Simão
regidor Carlos Freitas
maquinista Paulo Brito
técnico de luces Feliciano Branco
técnico de sonido João Pratas
apuntadora Cristina Vidal
subtítulos Patrícia Pimentel
producción ejecutiva Pedro Pestana y Rita Forjaz
producción de Teatro Nacional D. María II

Ph. Jaime Machado