Teatro de la realidad

Dos personajes, Morales (Marc Ribera) y Torres (Sergi Cervera), compartiendo un cuarto de un hotel, se reúnen después de muchos años sin ser vistos. Sobre sus cabezas cuelga una red gruesa como las tramas y las capas de secretos e de intenciones ocultas entre los dos. Una producción Tarambana Teatro.

Morales y Torres no se ven desde hace veinte años, no compartían mucho en el colegio y tampoco comparten algo ahora, o por lo menos es lo que parece; detrás de las conversaciones de dos ex compañeros de clase que han vuelto completamente desconocidos, hay un mundo invisible pero en realidad muy presente.

Las intenciones son invisibles, escondidas, tanto cuanto los traumas y las insatisfacciones de Morales y de Torres, que ya no son chicos de bachillerato, sino hombres entre los treinta y los cuarenta con una vida, supuestamente, “madura”. Pero el pasado se revela como un fantasma que vuelve: ya a partir de las primeras escenas, se percibe que hay algo por descubrir, hay algo que Morales y Torres ocultan al público y que se revela en un crescendo, hasta explotar al final.

El crescendo en el arco dramático del texto de Jordi Cadellans es previsible, aunque no inmediatamente imaginable: la dicotomía personaje bueno sumiso / personaje malo mandón que cambia en continuación; la nueva amistad entre Morales y Torres que cuando eran adolescentes se odiaban; la consiguiente escena de sexo entre los dos; el cambio caracterial de Torres, la venganza de Morales victima de acoso escolar por parte de González, mejor amigo de Torres. Y, al final, el sentido de culpa de ambos por todo lo que se están escondiendo, mostrándose como falsos amigos con segundas intenciones. Una trama de secretos invisibles para los personajes, pero visibles y mediamente previsibles para el espectador, a parte el flirt entre Morales y la mujer de González. Todo es muy crudo, sin filtros, real. No se trata de un factor negativo en la visión del espectáculo, sino una manera de escribir teatro y de pensar la escena.

Según datos recogidos por el Cuerpo Nacional de Policía, la Guardia Civil y los cuerpos de Policía Local, en el 2017 en España fueron registrados un total de 1.054 casos de acoso escolar, con una variación de un 11,65% respecto al 2016. De echo, en los últimos años, las autoridades han tomado medidas: hay protocolos al respecto en todas las comunidades autónomas, además de existir el Plan Estratégico de Convivencia Escolar 2016-2020, con diversas medidas para prevenir y abordar el problema en las escuelas. De todas maneras, según la encuesta de Amnistia Internacional, El acoso escolar en España, “la mayoría de los casos de acoso escolar identificados de forma preliminar por el servicio de atención telefónica del Ministerio de Educación no han sido denunciados a la inspección educativa. Las formas no físicas de acoso, como los insultos, el hostigamiento y la exclusión social, suelen pasar desapercibidas y no se documentan en los cauces oficiales. Las estimaciones oficiales, cuando existen, no captan el acoso escolar en toda su extensión y no ofrecen datos desglosados por orientación sexual, identidad de género, etnia, posición socioeconómica u otros motivos potenciales de discriminación. Aunque se ofrece a las personas docentes cursos sobre acoso escolar, éstos no son obligatorios y los profesores y las profesoras no siempre los consideran útiles para identificar posibles casos de acoso en el aula”.

Los datos de la encuesta de Amnistia Internacional son un espejo de como el acoso escolar no depende solo del acosador y el acosado. Hay una responsabilidad general. En la historia de Jordi Cadellans todo lo que pasa, no pasa solamente a Morales, sino también a todos los que estaban cerca de él y a los que negaron la evidencia: a partir de los compañeros que en frente de la violencia se quedan callados, hasta los profesores y los padres. Un ejemplo flagrante de como el acoso escolar es todavía un tema tabo, algo que existe pero del cual nadie quiere ocuparse.

El mismo Torres es cómplice de González desde el principio, desde cuando vigilaba que nadie en la escuela pudiera enterarse de la violencia y de los golpes infligidos a Morales; y sigue siéndolo, aunque con muchas dudas, durante el fin de semana de repatriada entre todos los alumnos del colegio. Sigue siéndolo por querer defender su rol en la sociedad, un rol que defiende, aunque, gracias a las palabras de Morales, se vee por fin sólo por lo que es de verdad, es decir una extensión de la voluntad de los demás, y en particular del padre. El que quería ser un futbolista y que es un administrativo, un dependiente cualquiera.

Excelente sintonía entre los dos actores.
Muy buenos los monólogos y los momentos en frente del espejo. Íntimos al justo nivel.
Que guste o no guste el teatro realista, Here comes your man es una excelente obra de teatro, casi cinematográfica, que llega al punto sin demasiados garabatos: el acoso escolar no es una broma y no puede ser tratado como si lo fuera. Se puede sin duda hablar de una dirección de escena “transparente” del director Raül Tortosa: su influencia y su método de trabajo han evidentemente influenciado los actores y la acción escénica pero no de manera patente. Seguramente, mucho trabajo y análisis del texto.

El espectáculo sigue programado en el
Teatro Luchana
Calle de Luchana, 38, Madrid
Todo el mes de abril, sábado y domingo a las 19:30

Here comes your man
autor Jordi Cadellans
dirección Jordi Cadellans i Raül Tortosa
con Sergi Cervera y Marc Ribera
vestuario Tarambana Espectáculos
iluminación y espacio sonoro Betho Carvajal y Sara Esquivel
composición musical Momo Cortés
producción Tarambana Espectáculos