La naturaleza de la ofensa

«Mientras Brad, un patriota, un fighter, pelea por su país, su mujer y sus hijos comen donuts y no intuyen nada, pero nada, absolutamente nada de lo que ocurre fuera de su pequeño mundo, allá en países lejanos. Saben que papá va de caza, caza hombres malos, pero del resto poco saben», reza la sinopsis de Siete segundos, una obra que se interroga con perversa ironía sobre la banalidad cada vez más ubicua y sistémica del mal en lo cotidiano, perpetuamente vivido en un estado acrítico de emergencia.

En el libro de Martin Amis Time’s Arrow, the Nature of the Offence, un narrador casi omnisciente nos cuenta la extraña vida de un tal Tod T. Friendly, un médico que había trabajado en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. En la historia, que comienza con la muerte del médico, todo sucede al revés: los movimientos, los diálogos, el mismísimo tiempo fluyen en el sentido inverso. De esta manera, Friendly vuelve a la vida y, gracias a la ayuda del narrador/traductor, comenzamos a desenredar el pasado no cronológico de una persona con múltiples identidades. A través de esta estratagema narrativa, por tanto, Amis consigue no sólo rebobinar el carrete de toda una vida, sino también y sobre todo volcar, como consecuencia del rewind literario, todo plan lógico y moral. De hecho, Friendly, también conocido como John Young, Hamilton de Souza y, finalmente, Odilo Unverdorben, como solo se habrá manera de descubrir casi al final del libro, es el asistente del infame Dr. Mengele, con quien realiza experimentos sobre los prisioneros judíos de Auschwitz.

El aspecto principal de Time’s Arrow -y también el eslabón que une el libro con la obra Siete segundos del dramaturgo alemán Falk Richter de 2003, retomada y dirigida por Rubén Romero en la Sala Mirador de Madrid entre el 1 y el 10 de abril de 2022- es la posición en la que se encuentra el sujeto lector/espectador hacia el final de la historia: fuera de los límites de la moralidad. Si, por un lado, el médico nazi Unverdorben realiza “actos de creación”, por ejemplo, plantando dientes de oro (que había guardado celosamente durante años) en las bocas de sus “pacientes” judíos, a quienes se les da la oportunidad de “trabajar para su propia libertad”, devolviendo latas de Zyklon B a ciertas compañías farmacéuticas alemanas, por otro lado, el piloto de bombarderos norteamericano Brad, sobrevolando los cielos oscuros de un país lejano y desértico, realiza otros tantos actos de creación, obrando en ciencia y conciencia y por el bien de su familia, de su país y del Presidente, confiando siempre en Dios, para “neutralizar” cualquier amenaza a los Estados Unidos de América.

En ambos casos, el sujeto lector/espectador habita un paisaje de atrocidades en el que el sólito se vuelve insólito, la razón se vuelve ilógica y el orden cronológico irracional. En este espacio cronoilógico (y por lo tanto posmoral, ya que sin secuencialidad diacrónica entre causa y efecto, la ética se deshace), las emociones galopan libres hacia todas las direcciones: compasión por una persona que, fuertemente y capitalisticamente adoctrinada, cree tener razón hasta el final, repugnancia por la banalidad con la que esa misma persona mata “por trabajo”, culpa por asistir con voyerismo y no poco disfrute al absurda mirada de quien ve al mundo sólo al revés.

Traído a la escena madrileña por primera vez después de una larga pausa por la pandemia desde su estreno en Barcelona, Siete segundos del catalán Rubén Romero alinea a cuatro intérpretes, narrados y narradores a la vez, en el cuadrado de luz de la Sala Mirador, poniendo en marcha la máquina de la posmodernidad teatral contemporánea: los rasgos psicológicos de los personajes se disuelven, el diálogo pierde su función comunicativa y el conflicto, aparentemente ausente, pasa en segundo plano detrás del entretenimiento y se desborda hacia un público cada vez más llamado a filas. Así, Inma Almagro, Sato Díaz, Belén Landaluce y Pedro Rubio/Juan Pablo Mazorra dan voz, cuerpo y gravitas a la caída del paraíso de un “ángel” exterminador con rasgos demasiado humanos. Empleando a una poética bastante madura (similar en sentido estético, sensibilidad textual y gestión de los espacios a la de la igualmente barcelonesa Agrupación Señor Serrano), la dirección de Romero y la producción de la compañía La Madrugada Teatro añaden toda una dimensión visual y sobretextual a la de Richter que enriquece y complementa una función descaradamente antibelicista, anticapitalista, antiimperialista y chorreante de humor negro muy hondo.

En los últimos siete segundos que le quedan de vida, aquí cortésmente repartidos entre casi sesenta minutos de risas histéricas, diálogos espantosamente demenciales, ironía perversa y terrorismo primero mediático y luego psicológico, Brad cae irreparablemente al suelo, al igual que las convicciones del doctor Uverdorben, ambos unidos por una experiencia metafísica de autorreflexión por momentos envidiable. De hecho, aunque sarcástica y lejos de querer exonerar a sus personajes, la posición adoptada por Richter (y por Amis) ofrece un punto de vista más amplio sobre la cuestión de la responsabilidad histórica, sentando así las bases para una reflexión menos polarizada (y polarizante) sobre la experiencia humana del Mal, entendido aquí como la incapacidad de reconocerse a Sí Mismo en los Demás. En tiempos que primero fueron de pandemia y luego de guerra (y por tanto siempre y constantemente de emergencia), una narrativa posmoderna de la realidad parece ser la única “arma” eficaz para deconstruir la absurda espiral dicotómica que ha trazado y sigue trazando una línea cada vez más segregadora entre “ellos” y “nosotros”, ofendiendo con estilo a la vez atávico y moderno a la Humanidad entera.

Lo spettacolo è andato in scena
Sala Mirador
calle del Dr.Fourquet 31 – Madrid
dall’1 al 10 aprile 2022
orari vari

La Madrugada Teatro presenta
Siete segundos
di Falk Richter

regia Rubén Romero
aiuto alla regia Macarena Soto
interpreti Inma Almagro, Sato Díaz, Belén Landaluce, Pedro Rubio e Juan Pablo Mazorra
scenografia Josep Pijuán
costumi La Madrugada
fotografia Antonio Domínguez
produzione generale Juan Pablo Mazorra
produzione esecutiva Macarena Soto